En ocasiones hablo de correr, si, si, solo en ocasiones (ya tú sabes). Y es que no con todo el mundo hablo de que los fines de semana adelanto una hora (o más) el despertador y me voy a la montaña a correr. Entre otras cosas, porque la experiencia me dice que me puedo encontrar con dos perfiles: por un lado, están los que no entienden la necesidad de hacer algo así, tanto por el madrugón como por el esfuerzo que puede suponer subir cuestas y, por otro lado, están los que me miran como si tuviera super poderes por poder hacer tal hazaña, y es entonces cuando me apresuro a aclarar que las cuestas arriba las subo andando y solo corro en las bajadas. Entre aquellos a quienes les llama la atención mi afición por el trailrunning o, al menos muestran cierto interés (no sabría decir si verdadero o fingido), antes o después hacen la misma pregunta: “¿¿¡¡pero no irás sola a la montaña, verdad!!??”
Debe de ser que parece una temeridad que decidas pasar un día a solas en un entorno lleno de naturaleza. Quizá se piensan que te vas a cruzar con lobos, pero a lo más en Guadarrama te puedes encontrar con cabras, vacas (ojo con estas, otro día os cuento lo que me pasó con una) o caballos (estos últimos son una pasada verlos). Y en época de primavera con (demasiadas) orugas.
A veces corro sola, bien porque me apetece o bien porque no tengo con quien ir y no quiero dejar de hacer cosas que me gustan por no ir sola. Y otras veces, disfruto de la compañía de alguien que quiera venir conmigo y no le importa el ritmo, los kilómetros o el tiempo que haga. Porque si voy a ir acompañada, que sea de alguien que sume y mejore la “compañía”. Estamos de acuerdo que por seguridad siempre es mejor y mucho más recomendable ir con alguien, ya puestos, al menos con dos más. Esto me lo decían ya en el colegio. La razón es porque si vais tres y a uno le pasa algo, uno puede quedarse con el “herido” y el otro ir a pedir ayuda.
¿Pero entonces? Pues mi recomendación es que, si vas solo o sola, lleves contigo siempre a Cuidado y Prudencia y, no te metas en jardines donde la puedes liar… liar mucho, porque a veces en la montaña no hay segundas oportunidades. Seguramente estés pensando, “entonces, ¿por qué sigues yendo sola a la montaña?” Pues porque el beneficio que me aporta supera con creces cualquier otra opción. Pero no por ello hay que descuidar algunas recomendaciones básicas para que la experiencia sea del todo positiva:
- Cuando voy sola, siempre voy por caminos que conozco y, por los que suele haber senderistas.
- Dejo avisado a alguien de por dónde voy a estar. Lo ideal sería compartir el track con alguien, pero realmente no siempre llevo la ruta decidida. Por esto no está de más el ir avisando sobre la marcha, no cuesta nada cuando paras unos minutos a reponer agua, comer algo o has sacado el móvil para una foto aprovechar para enviar un mensaje y decir por dónde andas.
- Antes de salir de casa le echo un ojo, con cariño, a la meteorología. Y como no es algo que se me dé especialmente bien, suelo pedir a alguien que lo haga por mí. Si dan mal tiempo, prefiero quedarme a cotas bajas, no hay necesidad de exponerse más de lo necesario, y ese día aprovecho para repetir algunos tramos para mejorar en agilidad. Ya sabes, repite y repite hasta que te salgan las cosas.
- Hay aplicaciones de móvil en las que te pueden seguir por GPS, algunas fallan cuando no tienes cobertura, pero en algunos casos puede ser útil.
- También hay aplicaciones, o algunos relojes GPS que en caso de caída avisa a tu contacto de emergencia.
Podría seguir enumerando algunas sugerencias de como disfrutar de una montaña segura, recomendaciones que sirven tanto si vas solo como acompañado. Y es que correr por montaña es uno de los deportes más exigentes, pero también más agradecidos que hay. Rodearte del verde de los árboles y la austeridad de las piedras, romper el silencio con tus pisadas o esa ramita en el suelo que se parte cuando la pisas, en mi caso más bien con mi respiración porque me ahogo en las subidas. Observar a los animales en su entorno. Poder elegir donde centras tus pensamientos a cada zancada, “piedra-piedra-raíz- piedra-saltito – si me impulso mucho llego hasta esa piedra”, o visualizarte participando en ese gran reto por el que llevas tanto tiempo entrenando y que en tu mente estás haciendo un auténtico carrerón.
A veces encuentras personas que consiguen mejorar considerablemente ese momento de soledad y se convierten en tu “compaventurero”, ojo estos son una especie en extinción, cuídalo mucho porque a cambio te regalarán muchos momentos para el recuerdo. Pero también estoy segura de que en alguna ocasión te has encontrado en medio de la montaña mirando a tu compañero de aventuras de ese día y te dices a ti mismo, “para ir de cañas, no está mal, pero aquí no vuelvo con él/ella”. Con estos, no repitas.
Y es que tanto si decides ir sola o acompañada, lo importante querido corricolari, no es el camino, si no la compañía.