Es lo habitual en la semana previa a una carrera, ese cosquilleo en el estómago que nos anticipa que estamos a punto para un nuevo reto, sensaciones difíciles de explicar pero que estoy seguro que muchos compartís.
Esta vez toca participar en Magovia, la mítica prueba de ultrafondo del centro de España, que une la capital con Segovia, atravesando 102km de pistas y senderos que aprovechan gran parte de las Vías Pecuarias del Camino de Santiago.
Al cobijo de esta carrera, nacieron dos nuevas distancias: la “Maratón del Castillo”, con 42km entre Madrid y Manzanares El Real y otra con 65km con final en Cercedilla.
Nunca había participado en esta clásica y sinceramente, mi intención era llegar al acueducto de Segovia, pero estos dorsales se terminaron rápidamente y solo llegué a tiempo para realizar la inscripción en la intermedia de 65km. Aparentemente, poco técnica, muy corrible y con un desnivel positivo de 1480 D+ y 1010 D- negativos, de las que a mi me gustan, con más subida que bajada.
Después de la charla técnica que nos dio la organización un par de días antes por streaming, queda claro que el recorrido no estará balizado y tendremos que ser capaces de conocerlo y aprenderlo. Pero para ello dan todas las opciones, desde el track en todos los formatos hasta un roadbook muy trabajado, con muchas fotos e indicaciones y que aclara todos los cruces y desvíos. Luego, un poco de dudas con el material obligatorio, la importancia de respetar todas las normas y sobre todo, la gran importancia del respeto al medio ambiente. Valores que siempre están bien recordar a todos nosotros. El sábado a las 5:00 de la mañana, desde Plaza de Castilla y a la sombra de las Torres KIO, se da el pistoletazo de salida. Me parece un acierto que todas las modalidades salgan al mismo tiempo, te das cuenta de que en esta clase de retos hay opción para todas las personas, los límites los pone uno mismo y me encanta ver cómo personas tan diferentes compartimos la misma pasión. Sin más demora encendemos frontales y nos preparamos para pasar el arco de salida. Se agradece que el tiempo nos respete, pese a la mala previsión, no aparece la lluvia.
La salida, un gustazo, las amplias avenidas de la capital, cortadas unos minutos para nosotros, hacen que cada uno pueda poner el ritmo que quiere sin tapones. Durante 6 km transcurrimos por la calles hasta abandonar el asfalto en el norte de Montecarmelo.
Desde ahí empezamos el camino por la Senda Real, y continuamos hasta el primer avituallamiento en Tres Cantos, en el km 17.
Cruzamos en varias ocasiones el Arroyo de Tejada, que gracias a sus firmes piedras nos retan a parar y hacer equilibrios fácilmente para no mojarnos las zapatillas.
Hemos corrido el primer tercio, muy rápidos y casi sin desnivel, con ritmos cercanos a 4´30, y a partir de aquí empiezan unos 6 km de suave subida hasta el segundo avituallamiento en el polideportivo de Colmenar Viejo, km 26.
Recargo agua y tenemos opciones de fruta e isotónico. Sin pensarlo nos adentramos en el tramo más largo sin asistencia, 15 km para llegar a Manzanares el Real, que coincidirá con la meta de la prueba de Maratón. Un recorrido paralelo al rio y con la parte más técnica que corresponden a unos 3 km de bajada hasta el precioso puente medieval del Batán, con cuidado se hace sin complicaciones. Lo bueno es que ya ha amanecido, y podemos quitar el frontal para disfrutar de unas preciosas vistas de toda la sierra, con Manzanares el Real y su embalse como próximo destino.
Llegamos al avituallamiento del km 42 que se fusiona con la meta de la prueba de Maratón. Aquí hay todo lo necesario para recargar, agua, fruta, isotónico, cola, y unos riquísimos Sandwich que se agradecen para meter alimentos más salados. La verdad que en general todos los avituallamientos tienen completos y con todo lo necesario, pero lo mejor de todo: la gran amabilidad y entusiasmo que dan todos los voluntarios, esa energía y ánimo que desprenden da mucha más fuerza que cualquier gel o barrita.
En este punto empieza la otra “fiesta”, unos 16 km de subida hasta el avituallamiento en la Barranca. La primera parte sigue siendo muy corrible, con subidas fáciles y constantes, llegamos a Matalpino, decido no parar y saltarme ese punto de recarga para dar paso a la zona para mí más bonita. Preciosos senderos estrechos que invitan a correr y correr, con toda la sierra por delante y subiendo el ritmo lo que nos permiten las piernas. De repente, stop… en pleno momento de “flow”, un giro y sorpresa: un gran toro nos detiene en seco, creo que nunca me había topado tan de cerca con uno como este, afortunadamente no parece bravo y solo tengo que esperar a que nos dé permiso para continuar … sin duda, mi anécdota de la carrera.
Llegamos al km 53, giro a la derecha, y comenzamos los 5 km de subida más duros de toda la carrera. Por lo menos para mí, esta pista de Navacerrada, que nos lleva al aparcamiento de la Barranca parece que no terminan nunca, aquí adelanto a varios corredores, y es verdad que ya llevamos unos cuantos km y van pesando. Ponemos ritmo e intentamos disfrutar del paisaje de fondo, el pico Maliciosa al fondo siempre nos trae buenos recuerdos, espectacular.
Último avituallamiento en el km 58 y bajada hasta meta, eso sí, no sin antes superar la última rampa sobre el km 60 que me deja completamente vacío, no contaba con que fuera tan larga y empinada. Pero sabía que ya estaba todo hecho y el coco ya solo pensaba en descontar metros y no kilómetros.
Llegamos a Cercedilla y cruzamos el arco de meta… feliz.
Aquí mi otra sorpresa: primero absoluto… alucino, no me lo creía. Es verdad que durante toda la prueba fuí de menos a más, adelantando a otros compañeros, como siempre a mi ritmo sin preocuparme por la posición. Y es verdad que en los últimos km iba muy solo y tenía que estar más pendiente de seguir el track, pero no me lo esperaba, así que al final hubo “guinda al pastel”.
En resumen: buena organización, muy cercana y familiar, con muchos voluntarios que siempre ofrecen su mejor sonrisa. La fecha y horarios de la prueba me parecen un acierto para este tipo de pruebas y la zona donde nos encontramos y para colofón el tiempo se alió con nosotros y nos ofreció un día sin lluvia, nublado y con una temperatura perfecta.
No podemos pedir más, el próximo año creo que tendré otra nueva cita con esta prueba.
Para terminar, una pequeña reflexión, pensando sobre todo en mi primera experiencia en una carrera prácticamente sin balizar. Reconozco que inicialmente no me gustaba esa idea, soy bastante desastre y tengo facilidad para perderme.
Pero al final, te das cuenta que somos capaces de adaptarnos y aprender. Estar más pendiente del recorrido y los detalles que recuerdas, hace que vivas la carrera de otra forma, con ese punto extra de aventura y más comunión con el entorno.
Además, hoy en día tenemos demasiadas opciones para poder seguir un track “en vivo”, y charlando con Carlos Ultrarun me hace pensar y reconocer que no tiene ningún sentido llenar los circuitos de cientos de bandas y trocitos de plásticos. Por coherencia y respeto, creo que deberíamos empezar a normalizar esta forma de hacer los circuitos.