Por David Roncero Domínguez
Publicado el Miércoles, 02 Julio 2014 07:44
La vida es como una carrera de ultrafondo me encanta moverme, hace tiempo que me di cuenta que no podía vivir en la quietud, lo acepto y me adapto a ello para vivir en armonía conmigo mismo. Dentro de esta necesidad de moverme, he detectado que el deporte me aporta grandes capacidades de moverme… ¡y qué maneras! De hecho este sábado me pondré en la salida de la carrera Trailwalker de Intermon Oxfam de 100 kilómetros, una carrera solidaria donde para participar hay que recaudar 1.500€ que se destinan a proyectos sociales, sobre todo en África.
Hace tiempo empecé a practicar deporte de larga distancia y aunque sigue siendo deporte se ha convertido más bien en una filosofía de vida. No concibo mi vida sin el deporte, me aporta energía, bienestar, salud y muchos aprendizajes. Esta es la clave que quiero compartir hoy.
Para mí, practicar deporte de larga distancia es una demostración más de lo extraordinario que pueden ser las personas a través del autoconocimiento, la motivación y haciendo uso de todos los recursos a su disposición. Algunas personas, cuando comento que corro por la montaña durante horas y hago travesías de varios días a pie, algunas de ellas sin asistencia, se quedan un poco sorprendidos. No soy deportista de élite (y no entra en mis planes hoy en día serlo) ni tampoco tengo capacidades físicas especiales para el deporte, sin embargo, lo que sí tengo es perseverancia, capacidad de sufrimiento, resiliencia, conozco lo que me motiva, me he parado a definir qué deseo conseguir en la vida y, aunque tengo miedo muchas veces, nunca paro, siempre camino, aunque a veces resulta no ser la dirección correcta.
Montar una empresa, desarrollar un proyecto personal, escribir un libro, criar un hijo o sencillamente vivir, son carreras de larga distancia y como tal las veo. A menudo en mi día a día me traigo la perspectiva de estar en mitad de la montaña después de varias horas corriendo, en las peores circunstancias que puedo imaginar, y desde ahí me pregunto: ¿Qué es lo realmente importante? ¿Qué deseo conseguir? ¿Qué cosas tengo a mi disposición para avanzar? Ya os adelanto que pocas veces respondo cosas como: dinero, más formación, menos edad o tener más apoyo externo. A menudo mi respuesta es eso que siempre me acompaña, mis habilidades; perseverancia, capacidad de sufrimiento, visión global del mundo, foco, cabezonería y un largo etcétera.
Me gusta distinguir entre destrezas y habilidades. Me explico con un ejemplo. Pintar es una actividad que requiere ser creativo (habilidad) y saber pintar (destreza). Las habilidades son horizontales, es decir, se pueden aplicar a cualquier actividad que desarrollemos en la vida. Puedo ser creativo pintando, pero también cocinando o incluso corriendo (creedme, se puede). Las destrezas son verticales, esto es, sólo se pueden aplicar a la actividad en que se desarrollan. Lo que lleva al punto de que se pueden cultivar las habilidades en un ámbito y aplicarlas en otro, es decir, puedo cultivar mi creatividad a través de la pintura y después usarla en mi vida profesional. Y lo mismo con el deporte.
El deporte de larga distancia me ofrece un escenario para practicar y fortalecer habilidades que después puedo aplicar en el día a día. Lo que hago a menudo es ser deportista de larga distancia, con todas sus habilidades (y vestido de calle), en mi vida. Esta perspectiva me permite usar herramientas que me permiten avanzar en el deporte en mis proyectos personales; herramientas como el mantra que uso “si me paro, no avanzo” o el método de mantenerme en movimiento fijándome micrometas para avanzar motivado, por no hablar de premiarme cuando considero que he obtenido un éxito.
No creo que para todos el deporte de larga distancia vaya a ser la panacea, sin embargo, sí que creo que todos podemos crearnos un gimnasio de habilidades donde poner fuertes músculos como la perseverancia, la resiliencia, la creatividad, la gestión emocional y muchas más.
¿Cuál podría ser tu gimnasio de habilidades?